domingo, 28 de junio de 2009

Proxecto 1

... escomeza a fotopoesía
escomeza Arancha Ferro

viernes, 26 de junio de 2009

Introspección

Si no reconoces las grietas aturdidas
los permisos,
campanadas anunciando un después
mudas en el escenario;
si no reconoces la losa viva,
el estruendo
las musas tocando arpas
a los pies de la laguna Estigia.

Si no reconoces la cal,
la mancha enferma de pantalones ajados,
el esfuerzo contenido de sombra
los modales perdidos
en batallas ganadas;
si no reconoces el tiento,
las marismas guardando islotes
entre mechones de burla.

Cuántos kilómetros han recorrido tus empeines.

Si no reconoces, acaso, las diástoles
en clave de sol de tus pasos de arena,
si no reconoces tus huellas,
se te escapa el telón entre las zarpas.

Y ya no reconoces
ni conoces]
nada.

Ni ese espejo sucio
que, algunas mañanas,
te devuelve los honores.

sábado, 20 de junio de 2009

En resumen


¿Qué funciona aquí? ¿Qué?

Funcionan las bromas absurdas, metáforas de la inseguridad de algunos tan inseguros que apenas se dan cuenta de sus propios caminos.
Funcionan las seducciones sin seducción, sin miradas de soslayo y sin roces palpitantes: sólo los vómitos de esperma y los contagios de saliva sin promesas.
Funcionan los gritos, los chillidos caóticos, lo que perturba el horizonte: eso funciona, mejor que cualquier otra cosa.
Funcionan los discursos eminentemente preseleccionados y basados en los clichés más manidos siendo, sin embargo, los más imitados y reconocidos.
Funcionan los llamamientos a las armas, las noches de insomnio premeditado atufando audiencias con sermones ante los que el mismo Lenin se postraría avergonzado; sermones revolucionarios a los pies de un Ipod Touch de 20 gigas.
Funcionan las carcajadas, no las risas; los golpes, no las danzas; los delitos, no las travesuras.
Las mentiras funcionan, las grandes mentiras, las ficciones compartidas y convertidas en leyes inquebrantables.
Funcionan los sueños de aquellos que ni siquiera se atreven a soñar.
Ante todo, funciona el miedo, la intimidación, el sarcasmo de la violencia. La convicción del sutil poder de arrastre de las masas. Y la sutil disposición de las masas para su arrastre.
Funcionan las máscaras, los disfraces, los telones tupidos y cubiertos de verborrea. Lo opaco de las miradas. Lo sucio de los despertares. Las conversaciones sin contenido, las noches con droga y los cariños superfluos.
Los adioses que no duelen. Esos funcionan.

Calando al mundo mientras, astuto, ensaya su coreografía de anhelos.

(Disculpad mi silencio. A veces, para mirar desde fuera, hace falta algo más que dos ojos empapados: un tiempo ajeno a la vorágine y un corazón tan fuerte que consiga soportarla).

viernes, 12 de junio de 2009

13.06.09 interior noche

Tan sola en esta manta férrea,
creyéndome irreal
vomito el desayuno.

Nadie recoge el hedor de mis náuseas;
poco a poco
hasta las infancias olvidan
qué es dormir entre algodones.

Algo musitan los astros
o tal vez fue la brisa
haciendo las maletas:
ahora sólo estamos
el calor
y una sábana que me oprime


y yo

tan sola en esta manta férrea.

A quién se le ocurre
desconfiar del camino...
(Siempre supe que lo haría así de mal, o incluso peor)

Lametones de asfixia
en las articulaciones.
Qué sola estoy las noches sola.
No hay ni glamour ni
vinagre
ni nada que contribuya
a atragantar el pestillo.

Sólo yo
sobre esta manta,

la sábana, el calor,

una caja de valium
medio cerrada,

mucha vida,

las casiopeas.

sábado, 6 de junio de 2009

¿Todo está en los libros?

En la edición de hoy de El País podréis encontrar un artículo de Gustavo Martín Garzo que os recomiendo encarecidamente. Se títula ¿Todo está en los libros? y trata de un tema que yo defiendo a capa y espada: la capacidad de la literatura, así como del cine, de transportarnos a otras vidas, a otras experiencias lejanas a nosotros: experiencias que en muchos casos nunca llegaremos a experimentar. Además, habla de la necesidad de coger de esas realidades "extrañas" lo que nos interese e intentar reproducirlo en nuestra propia vida.

Sin duda, muchas de las experiencias que conocemos o, al menos, reconocemos, no provienen de nuestra propia existencia, sino de algo que alguien nos ha contado, que hemos leído o que hemos visto en una película. Sin duda, todos sabíamos lo que era un beso en los labios antes de que nos diesen el primero; todos entendemos la emotividad del parto, aunque nunca hayamos parido; todos podemos comprender el horror de los campos de exterminio, sin (afortunadamente) haber estado en ninguno. En ello radica la importancia de la literatura y el cine: en su don de insertarnos en una historia ajena a la nuestra hasta tal punto que nosotros mismos creamos haber vivido lo que han vivido los personajes, conocer lo que es aquello que nunca nos ha ocurrido, aprender de algo que no hemos vivido.

Pero, ojo, no lo hemos vivido. Por eso tanto Gustavo Martín Garzo en su artículo como yo en mi reseña hacemos hincapié en que está muy bien conocer otros mundos, siempre que luego eso que aprendamos de ellos nos sirva para nuestra vida, que NO es esa, ya que no es lo mismo experimentar algo en propias carnes que leerlo en un libro.

Tras muchas películas y muchos libros, llega un momento en el que me planteo qué estoy haciendo con mi vida. Qué es mi vida en realidad. Si mi vida podría representar el argumento de una novela, de una película. Al menos de un relato, o de un corto. Tras muchas películas y muchos libros, miles de experiencias se agolpan en mi cabeza como se agolpan los conocimientos justo antes de un examen, las bolsas de basura en los contenedores los días de huelga, los achuchones tras una larga espera. Tras muchas películas y muchos libros ni siquiera veo en mí un personaje secundario, no veo nada relevante, y lo que veo no es mío. Tras muchas películas y muchos libros (y muchas conversaciones con personas que sí tienen algo que contar), tras muchas lunas mirando la vida desde la mirilla, me doy cuenta de que entre ella y yo hay una puerta infranqueable cerrada con cien candados. Leo, leo, visiono, visiono, y me quiero apropiar de experiencias que no son ni serán nunca la mía. Como una niña que se pone el carmín y los tacones de su madre. Vivo en los personajes de las novelas que leo, de las películas que veo; vivo en la gente que me rodea, a la que observo como si ante una obra de teatro me encontrara. Artificialmente, intento comportarme como ellos, maquillo mi inexperiencia de imitaciones y, mal que bien, me voy camuflando entre los matorrales. Pero esta mañana, como cualquier otra, me he despertado y otro día sin expectativas me ha saludado con desidia.
Porque en esta historia no hay giros repentinos. En esta historia no hay personajes ni argumento, no hay aventuras, no hay acción. En esta historia no hay amores pasionales ni románticos, no hay objetivos ni metas, no tiene sentido ni forma.

...

La respuesta es no. Como mucho sería un poema. Un pequeño poema melancólico sin principio ni final. Un poema de esos que no marcas en un libro de poemas. Un poema modesto, escrito en Times New Roman 12, no narrativo, tampoco demasiado lírico. Un poema de esos que quiso imitar a Neruda y se quedó en dedicatoria de quinceañeras. Un poemilla mediocre. Insignificante.

martes, 2 de junio de 2009

Tengo frío

y ya es tan tarde...


Ojalá

prendiesen aún los párpados

el perfil de las hojas.


Pero es tarde:

los molinos se acuestan

en su manto de tiempo.


El lunes cierra los ojos.



***



Otra noche más

que tengo frío.