sábado, 29 de agosto de 2009

La erótica del arte


Hace unos días leía un artículo acerca de la bien sonada “erótica del poder” que, al parecer, existe, no como mera ficción literaria o cinematográfica, sino como afrodisíaco real y químicamente probado que, además, afecta especialmente a las mujeres. De hecho, la mayoría de los hombres (según rezaba el artículo) se sienten amedrentados ante una mujer con demasiado poder o demasiados
honorarios; tanto que en muchas ocasiones la susodicha mujer deja de parecerles atractiva. No ocurre lo mismo con el género femenino.


Yo, sin embargo, nunca me he considerado de ese club. Y es que creo que existe otro, un poquito más minoritario pero en absoluto desconocido, al que pertenezco y siempre he pertenecido desde que mis hormonas despertaron y comenzaron a buscar entre los cuerpos de muchachos granudos su Casanova personal. Por aquel entonces, una amiga, también perteneciente a dicho grupo, y yo, le solíamos llamar entre risas el efecto Fran Perea motivado por su personaje en Los Serrano, que se camelaba a Eva a base de cantes y guitarritas. Y es que, éla ahí, la erótica del arte.


El artista busca a tientas entre las cenizas del mundo un camino a la belleza. Sus manos, creadoras, arrancan acordes nostálgicos de guitarras o teclados, marean paisajes con los vaivenes de sus objetivos, retratan ocasos ocres en lienzos teñidos de extrañeza y engendran las aventuras más apasionantes entre papeles amarillentos. Su perfecta sintonía, su sensibilidad innata; todo se percibe en ese andar discordante, en la forma de manejar las dudas, en los extraños recovecos de su mente que se plasma en disciplinas inexactas y confusas, sólo comprensibles para él mismo. A veces, sólo él parece capaz de ordenar mi caos.


Los artistas. Quién no ha soñado alguna vez con susurrarle a ese pintor de ojos caídos y caminar apesadumbrado: “haz de mi cuerpo tu lienzo”; quién no ha imaginado que esas manos recorren sus caderas como recorren las curvas sinuosas de la guitarra, mientras con voz agridulce entona las primeras estrofas de una canción de desencuentros. Busca en mi ser tu discordia, quiero ser tu musa ahora y siempre, no dejes de tocarme nunca...

Quizás sí exista la erótica del poder. El poder de creación.


Y sí, P., ahora sabemos diferenciar a los verdaderos artistas de los Franes Pereas del mundo pero... ¿qué más da eso?

Reconozcámoslo.

Se nos siguen cayendo las bragas ante una guitarra bien tocada.


lunes, 24 de agosto de 2009

Muñecas feas

Cuando se descubre la gastronomía original de nuestras incógnitas, lo perverso de nuestros juegos de manos en oscuridades injustificables; cuando la niebla destapa el olor a incienso que maquilla los días sin salir de casa, los pañuelos mojados entre bragas de algodón que se olvidaron del tiempo.

Cuando ni nuestro pelo ni nuestra condición sufren la fuerza de la gravedad y la incertidumbre es el pan de cada día. Las gotas de sudor caen ligeras sobre los vestidos blancos.

Cuando germinan los procesos víricos, todo es lo que es y nada es trepidante; los motivos policromados se tornan ojeras malvas, deshechos de sombra; las estrellas cesan en su empresa de iluminar los rostros abúlicos, nada despierta ya el insomne vientre de atracciones cinematográficas.

"Yo soy así, no hay nada más". Los disfraces cosechan arrugas entre zaguanes de silencio. No hay altares, ni musas de caderas lánguidas, de perfectas fauces rosadas y talles decimonónicos. Sólo tiempo, despertares entre sudor y ojos hinchados, noches de imaginación y añoranza de los espejismos. Miedo al fracaso y a la verdad.

Nada es lo que debería ser en ese cielo de carantoñas estivales.
Cuando todo se resuelve en unos ojos demasiado cansados para mentir. A veces, sobre una cristalina superficie de compresión.

Cuando los niños escogen
muñecas feas sin envoltorios de celofán.

lunes, 3 de agosto de 2009

Cerrado por vacaciones



ECHADME DE MENOS

Au revoir!