martes, 29 de diciembre de 2009

Lluvias intensas

A la derecha de la sala, un personaje. Es alto, huesudo, con largos bigotes claros y una extraña expresión en los ojos.
Nadie sabe por qué está ahí, simplemente está. No lo invitan, pero no es mal recibido. No habla; a veces, dicen, emite algún sonido hueco, sinuoso, como el crujido de un vano húmedo arrastrando noches . Viste con colores oscuros y nadie parece reparar en su presencia. Podría ser él mismo o su sombra.
No sonríe. Se ha olvidado. A veces parece dispuesto a hacerlo, pero no es una sonrisa, sino una mueca que no va mucho más allá de la nostalgia. La mayor parte del tiempo su expresión es seria, insulsa, cobarde. Ya no sabe sonreír.
Dicen que tuvo una vida, un amor. Tenían una casa verde en el campo y una mecedora de madera con las patas amarillas. Eso dicen. Pero en realidad, nadie lo sabe. A nadie le importa.Cuando apagan las luces, abandona la sala. Se pone su viejo abrigo gris de algodón. Camina lentamente, como distraído. Su expresión no cambia.
Pero en las cuencas de sus ojos, lluvias intensas. Muy al fondo, donde nadie llega ni quiere llegar, donde se moja la escarcha que sacude su aún estrábica retina. Lluvias intensas. No hay anticiclones aquí. Ni sonrisas.
Al día siguiente, se peinará sus bigotes claros. Sigue lloviendo.

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