domingo, 18 de julio de 2010

Hasta luego

Este blog se cierra temporalmente para descanso mental de su autora (y en espera de que a la inspiración se le vuelva a ocurrir pasar por aquí).

Mientras tanto, ¡que les vaya bonito!

martes, 22 de junio de 2010

Una temporada en el infierno

Jamás la esperanza.

Nada nacerá.

Ciencia y paciencia,

El suplicio es seguro.

Arthur Rimbaud


Los verdaderos infiernos no se saldan con antorchas. Los verdaderos infiernos son de ladrillo y cal.

No hay Carontes ni Cerberos, sino una amplia expectativa, un fulgor de esperanza corrompida tras la entrada. La ventaja de una maldad segura.

Los verdaderos infiernos tienen puerta de metal y nombres antiguos. Pasean las ánimas sus lamentos por el parquet, como si su vida no fuera más que polvo y ceniza esparcida sobre el cesped. Son tristemente misteriosos, y sus figuras atraen y aterran al unísono. Son los fantasmas de nuestras morales.

Sus andrajos nos presentan la carcoma: la penuria del acento incontrolable, de las ansias de un poder absoluto (y completamente maltrecho).
No caben en sí de gozo: hacen del infierno un paraíso de lo insano, de la ausencia, de lo oscuro. No contemplan sentimientos ni presencias. Su destino es ser, por siempre, dueños de la nada: de la inmundicia del no-ser.

Han elegido el infierno, como escogen los atletas sus batallas. Castigan a aquellos que ven ascuas entre las llamas podridas: aquellos cuyo camino continúa y se desmarcan del averno.

Lamentable espectáculo de almas en celo. Retazos de su antiguo yo: caminos de losas duras.

Sobrevivirles es crecer y sulfurarse. Sobrevivirles como Heracles a las hidras. Contener el legado de lo humano entre roces de codicia. Escoger soledad a esclavitud.

Sobrevivirles es escapar del inframundo. Regresar de una guerrilla sin treguas ni fronteras, con la cabeza bien alta y los hombros palpitantes.

Sobrevivirles es saber que se es un héroe.

Conseguir olvidar una temporada en el infierno.


sábado, 22 de mayo de 2010

Moribundo como un consuelo
arrastra su voz al desfile.
Quiere volver la vista
pero le duelen las manos
de rogar.
Transitan las aceras
los cientos de hombres malos
que roban los azares,
y él sólo quiere otro rumbo
y una pipa.
Una ola de sollozos de poniente.

















Cómo no olvidar a ese hombre
de lana roja
que inunda los portales.

Sus incendios no provocan.
Aún.

martes, 4 de mayo de 2010

La (des)unión europea

La crisis griega y la necesidad de ponerle una solución inmediata han puesto de manifiesto la vulnerabilidad de esta Unión Económica Europea a la que se le ha quitado el económica más por quedar bien que por otra cosa. Los postulados de la UE (unidad, integración y poder económico, político y social) se han puesto en entredicho a la hora de afrontar retos como el que actualmente plantea la economía. Zapatero dice sí, temeroso de que a España le toque jugar la segunda vuelta; Merkel dice no, convencida de que Alemania está por encima de eso y de que los griegos deben salvar sus problemas por sí mismos. Mientras tanto, un Portugal que mira de reojo, no vaya a ser que sea el siguiente; un Sarkozy con más problemas que nunca en su pequeña cumbre (y no me refiero sólo a su estatura); un Berlusconi más preocupado de que los medios dejen de tocarle la huevada que de otra cosa, y un montón de países del este que ni pinchan ni cortan. Y eso, sólo hablando de la eurozona, porque en Reino Unido los pequeños resquicios de eso que se podría llamar izquierda que quedaban en la UE (junto al gobierno español) están a unos días de decirnos adiós.

El proyecto europeo siempre ha sido ambicioso y deseable. Parafraseando la doctrina estadounidense, "Europa, para los europeos"... pero, ¿qué son los europeos? Sin duda, una serie de países que poseen unas características comunes, principalmente geográficas, y que han decidido aliarse para conformar una suerte de federalización que pueda competir con las grandes potencias mundiales. Tenemos Consejos europeos, ministros europeos y elecciones europeas, además del euro. Desde la creación de la UE se ha procedido a la continua instauración en nuestras vidas de la identidad europea, y el traspaso de pocas pero cada vez más competencias a las organizaciones supranacionales dependientes de la Unión. Pero a la hora de verdad se aprecian las deficiencias de la misma; básicamente, sus tambaleantes bases , que se alejan poco de la solidez que se aprecia en la mayor parte de uniones exitosas, y su carácter eminentemente interesado: carácter que se pone en entredicho con una crisis como la griega.

Cuando hay que tomar decisiones falta consenso, faltan prioridades, falta unión. Cuando hay que tomar decisiones, Alemania se pone el birrete y, con el estandarte de jefa, decide que ella ya ha hecho bastante sumándose al euro y no va a hacer nada por salvar a esos "pobrecitos". A todo esto, hablamos de un país que, habiendo efectuado su reunificación hace más de 70 años, continúa con notabilísimas diferencias económicas y sociales entre el este y el oeste, además de un partido que hace aguas en algunos de los que habían sido sus feudos desde su creación. Mientras Sarkozy aplaude a los alemanes, escuchamos tímidas tentativas de consenso encaminadas a salvar a Grecia, y lo dicen ZP y Sócrates, dos que no ofrecen a la UE demasiada confianza, siendo los potenciales "próximos en caer", y por otro lado Berlusconi, que dice que sí como podría decir que no, mientras continúa con leyes de censura de prensa, de impedimento de juicios a su persona y de compra de mansiones en Milán.

Y las reuniones de líderes políticos europeos serán una broma, una jauría de primates chillones que no llegan a buen puerto. Porque hace falta un líder, y no lo hay. Hace falta alguien que crea en la idea europea, y no sólo por interés. Hace falta que los países de la UE (todos) asuman que van a tener que apretarse el cinturón, que esto es una crisis global y hay que afrontarla como unión y, si no, volvamos a casa y a comprar con pesetas. Que guardar las ganancias en el calcetín no les va a servir a Alemania y Francia de nada, y al final les va a ser peor. Que el barco se hunde y tenemos que remar. Todos.

O quizás lo he entendido mal, y la UE no es más que la Utopía Europea.

jueves, 29 de abril de 2010

A veces, primavera

Podría recomponer las noches con estrellas oxidadas, agotar todas las cunas y perder todos los viernes.
Silvar los gemidos que se oyen al retirar las cortinas, gotear la sequedad de las pestañas cobardes.
Acabar con el festín de cada colchón ausente.Voltear las carcajadas y beberme el lado frío.

Y también podría esconderme entre las rosas marchitas.

Pero a veces hay que levantarse
y vivir.


martes, 20 de abril de 2010

Más acá del bien y del mal

La vida no es ni una película de Disney ni un libro de Paulo Coelho. Ni el bien y el mal están definidos (no son una princesa y una bruja; un caballo alado y un dragón) ni el bien y el mal no existen, sólo son visiones distintas de una misma cosa (no, el relativismo más cínico a veces se equivoca). Los grises son muchos y diversos, más claros o más oscuros, pero se acercan peligrosamente a los extremos de esa línea imaginaria que, sí, dibuja el blanco y el negro.

A veces sí que hay malos y buenos. Aunque en nuestra sociedad exquisitamente racionalista nos esforcemos en pensar que eso es cosa de la infancia. A veces uno es malo, y lo sabe, y expía sus pecados con excusas (más o menos verosímiles) que pretenden tender un toldo de neblina sobre los ojos de los demás, cuando no sobre los suyos propios. A veces uno es bueno, y lo sabe, y se siente reconfortado porque es bueno y hace bien, aunque no siempre esto le reporte beneficios. A veces los buenos se vuelven malos y los malos se vuelven buenos. A veces hay buenos que pecan, y malos que se arrepienten.

A veces los malos son los que matan a un inocente. A veces los malos son los que no permiten a alguien investigar lo que es justo. A veces los malos son los que hacen sufrir a los buenos porque son buenos. A veces los buenos son los que colapsan los cielos para que no nos estrellemos. A veces los buenos son los que denuncian a los malos. A veces el bueno eres tú trayéndome el café. A veces la buena soy yo ayudándola a ella.

A veces no somos nada y sólo somos gris. Un gris que se matiza entre el blanco y el negro, como un juego dantesco de sombras. Pero el negro y el blanco permanecen, nos observan desde su caparazón infranqueable como testigos de sacrificios y de gulas, mostrándosenos de vez en cuando entre grises montañas, tan anodinas como numerosas. Y quien no sepa de ellos, que tire la primera piedra.

jueves, 15 de abril de 2010

Os nervos na lousa



Agardo as memorias do Pacífico,
camiñando núa na inocencia:
comida como unha gargallada
polo berce das gorxas.

Tremendo ao imaxinar, sequera,
o quedo son do atardecer,
a miña aperta, espida,
senlleira no escuro da lúa.

Agardo as memorias do Pacífico,
como un espantallo demente,
coa impaciencia consumida
e o resto da esmorga nos beizos.

Ás veces só con gañas de sorrir
e non dicir máis nada.

jueves, 8 de abril de 2010

Ver el tiempo pasar...



Y, al final, yo sólo quería ver el tiempo pasar, reducirse los caudales, agotarse los posfacios de todos los libros.
Recordar sin añoros, saborear lo que será, perderme en cualquier tacón que pasase en el momento. Poder vivir ahora y no después.

Al final, yo sólo quería ver el tiempo pasar, escaparse los bramidos, ahuyentar todas las lanas. Quería nuevo y nunca más. Perderme en el calor del estío que da paso a la hojarasca; pisar otras hojas, beberme otras líneas.

Sólo quería ver el tiempo pasar, susurrar lo que fue como una película antigua, ungir nuevas esperanzas.
Voltear el colchón y quitarle la polilla; quería ocaso, sonrisa, adiós.

Quería ver el tiempo pasar, cerrar la puerta, hacer ruido, no volverme. Cruzar todos los marcos; arrojar las tripas sucias; acariciar la vida, no rozarla.

Ver el tiempo pasar...