domingo, 18 de julio de 2010

Hasta luego

Este blog se cierra temporalmente para descanso mental de su autora (y en espera de que a la inspiración se le vuelva a ocurrir pasar por aquí).

Mientras tanto, ¡que les vaya bonito!

martes, 22 de junio de 2010

Una temporada en el infierno

Jamás la esperanza.

Nada nacerá.

Ciencia y paciencia,

El suplicio es seguro.

Arthur Rimbaud


Los verdaderos infiernos no se saldan con antorchas. Los verdaderos infiernos son de ladrillo y cal.

No hay Carontes ni Cerberos, sino una amplia expectativa, un fulgor de esperanza corrompida tras la entrada. La ventaja de una maldad segura.

Los verdaderos infiernos tienen puerta de metal y nombres antiguos. Pasean las ánimas sus lamentos por el parquet, como si su vida no fuera más que polvo y ceniza esparcida sobre el cesped. Son tristemente misteriosos, y sus figuras atraen y aterran al unísono. Son los fantasmas de nuestras morales.

Sus andrajos nos presentan la carcoma: la penuria del acento incontrolable, de las ansias de un poder absoluto (y completamente maltrecho).
No caben en sí de gozo: hacen del infierno un paraíso de lo insano, de la ausencia, de lo oscuro. No contemplan sentimientos ni presencias. Su destino es ser, por siempre, dueños de la nada: de la inmundicia del no-ser.

Han elegido el infierno, como escogen los atletas sus batallas. Castigan a aquellos que ven ascuas entre las llamas podridas: aquellos cuyo camino continúa y se desmarcan del averno.

Lamentable espectáculo de almas en celo. Retazos de su antiguo yo: caminos de losas duras.

Sobrevivirles es crecer y sulfurarse. Sobrevivirles como Heracles a las hidras. Contener el legado de lo humano entre roces de codicia. Escoger soledad a esclavitud.

Sobrevivirles es escapar del inframundo. Regresar de una guerrilla sin treguas ni fronteras, con la cabeza bien alta y los hombros palpitantes.

Sobrevivirles es saber que se es un héroe.

Conseguir olvidar una temporada en el infierno.


sábado, 22 de mayo de 2010

Moribundo como un consuelo
arrastra su voz al desfile.
Quiere volver la vista
pero le duelen las manos
de rogar.
Transitan las aceras
los cientos de hombres malos
que roban los azares,
y él sólo quiere otro rumbo
y una pipa.
Una ola de sollozos de poniente.

















Cómo no olvidar a ese hombre
de lana roja
que inunda los portales.

Sus incendios no provocan.
Aún.

martes, 4 de mayo de 2010

La (des)unión europea

La crisis griega y la necesidad de ponerle una solución inmediata han puesto de manifiesto la vulnerabilidad de esta Unión Económica Europea a la que se le ha quitado el económica más por quedar bien que por otra cosa. Los postulados de la UE (unidad, integración y poder económico, político y social) se han puesto en entredicho a la hora de afrontar retos como el que actualmente plantea la economía. Zapatero dice sí, temeroso de que a España le toque jugar la segunda vuelta; Merkel dice no, convencida de que Alemania está por encima de eso y de que los griegos deben salvar sus problemas por sí mismos. Mientras tanto, un Portugal que mira de reojo, no vaya a ser que sea el siguiente; un Sarkozy con más problemas que nunca en su pequeña cumbre (y no me refiero sólo a su estatura); un Berlusconi más preocupado de que los medios dejen de tocarle la huevada que de otra cosa, y un montón de países del este que ni pinchan ni cortan. Y eso, sólo hablando de la eurozona, porque en Reino Unido los pequeños resquicios de eso que se podría llamar izquierda que quedaban en la UE (junto al gobierno español) están a unos días de decirnos adiós.

El proyecto europeo siempre ha sido ambicioso y deseable. Parafraseando la doctrina estadounidense, "Europa, para los europeos"... pero, ¿qué son los europeos? Sin duda, una serie de países que poseen unas características comunes, principalmente geográficas, y que han decidido aliarse para conformar una suerte de federalización que pueda competir con las grandes potencias mundiales. Tenemos Consejos europeos, ministros europeos y elecciones europeas, además del euro. Desde la creación de la UE se ha procedido a la continua instauración en nuestras vidas de la identidad europea, y el traspaso de pocas pero cada vez más competencias a las organizaciones supranacionales dependientes de la Unión. Pero a la hora de verdad se aprecian las deficiencias de la misma; básicamente, sus tambaleantes bases , que se alejan poco de la solidez que se aprecia en la mayor parte de uniones exitosas, y su carácter eminentemente interesado: carácter que se pone en entredicho con una crisis como la griega.

Cuando hay que tomar decisiones falta consenso, faltan prioridades, falta unión. Cuando hay que tomar decisiones, Alemania se pone el birrete y, con el estandarte de jefa, decide que ella ya ha hecho bastante sumándose al euro y no va a hacer nada por salvar a esos "pobrecitos". A todo esto, hablamos de un país que, habiendo efectuado su reunificación hace más de 70 años, continúa con notabilísimas diferencias económicas y sociales entre el este y el oeste, además de un partido que hace aguas en algunos de los que habían sido sus feudos desde su creación. Mientras Sarkozy aplaude a los alemanes, escuchamos tímidas tentativas de consenso encaminadas a salvar a Grecia, y lo dicen ZP y Sócrates, dos que no ofrecen a la UE demasiada confianza, siendo los potenciales "próximos en caer", y por otro lado Berlusconi, que dice que sí como podría decir que no, mientras continúa con leyes de censura de prensa, de impedimento de juicios a su persona y de compra de mansiones en Milán.

Y las reuniones de líderes políticos europeos serán una broma, una jauría de primates chillones que no llegan a buen puerto. Porque hace falta un líder, y no lo hay. Hace falta alguien que crea en la idea europea, y no sólo por interés. Hace falta que los países de la UE (todos) asuman que van a tener que apretarse el cinturón, que esto es una crisis global y hay que afrontarla como unión y, si no, volvamos a casa y a comprar con pesetas. Que guardar las ganancias en el calcetín no les va a servir a Alemania y Francia de nada, y al final les va a ser peor. Que el barco se hunde y tenemos que remar. Todos.

O quizás lo he entendido mal, y la UE no es más que la Utopía Europea.

jueves, 29 de abril de 2010

A veces, primavera

Podría recomponer las noches con estrellas oxidadas, agotar todas las cunas y perder todos los viernes.
Silvar los gemidos que se oyen al retirar las cortinas, gotear la sequedad de las pestañas cobardes.
Acabar con el festín de cada colchón ausente.Voltear las carcajadas y beberme el lado frío.

Y también podría esconderme entre las rosas marchitas.

Pero a veces hay que levantarse
y vivir.


martes, 20 de abril de 2010

Más acá del bien y del mal

La vida no es ni una película de Disney ni un libro de Paulo Coelho. Ni el bien y el mal están definidos (no son una princesa y una bruja; un caballo alado y un dragón) ni el bien y el mal no existen, sólo son visiones distintas de una misma cosa (no, el relativismo más cínico a veces se equivoca). Los grises son muchos y diversos, más claros o más oscuros, pero se acercan peligrosamente a los extremos de esa línea imaginaria que, sí, dibuja el blanco y el negro.

A veces sí que hay malos y buenos. Aunque en nuestra sociedad exquisitamente racionalista nos esforcemos en pensar que eso es cosa de la infancia. A veces uno es malo, y lo sabe, y expía sus pecados con excusas (más o menos verosímiles) que pretenden tender un toldo de neblina sobre los ojos de los demás, cuando no sobre los suyos propios. A veces uno es bueno, y lo sabe, y se siente reconfortado porque es bueno y hace bien, aunque no siempre esto le reporte beneficios. A veces los buenos se vuelven malos y los malos se vuelven buenos. A veces hay buenos que pecan, y malos que se arrepienten.

A veces los malos son los que matan a un inocente. A veces los malos son los que no permiten a alguien investigar lo que es justo. A veces los malos son los que hacen sufrir a los buenos porque son buenos. A veces los buenos son los que colapsan los cielos para que no nos estrellemos. A veces los buenos son los que denuncian a los malos. A veces el bueno eres tú trayéndome el café. A veces la buena soy yo ayudándola a ella.

A veces no somos nada y sólo somos gris. Un gris que se matiza entre el blanco y el negro, como un juego dantesco de sombras. Pero el negro y el blanco permanecen, nos observan desde su caparazón infranqueable como testigos de sacrificios y de gulas, mostrándosenos de vez en cuando entre grises montañas, tan anodinas como numerosas. Y quien no sepa de ellos, que tire la primera piedra.

jueves, 15 de abril de 2010

Os nervos na lousa



Agardo as memorias do Pacífico,
camiñando núa na inocencia:
comida como unha gargallada
polo berce das gorxas.

Tremendo ao imaxinar, sequera,
o quedo son do atardecer,
a miña aperta, espida,
senlleira no escuro da lúa.

Agardo as memorias do Pacífico,
como un espantallo demente,
coa impaciencia consumida
e o resto da esmorga nos beizos.

Ás veces só con gañas de sorrir
e non dicir máis nada.

jueves, 8 de abril de 2010

Ver el tiempo pasar...



Y, al final, yo sólo quería ver el tiempo pasar, reducirse los caudales, agotarse los posfacios de todos los libros.
Recordar sin añoros, saborear lo que será, perderme en cualquier tacón que pasase en el momento. Poder vivir ahora y no después.

Al final, yo sólo quería ver el tiempo pasar, escaparse los bramidos, ahuyentar todas las lanas. Quería nuevo y nunca más. Perderme en el calor del estío que da paso a la hojarasca; pisar otras hojas, beberme otras líneas.

Sólo quería ver el tiempo pasar, susurrar lo que fue como una película antigua, ungir nuevas esperanzas.
Voltear el colchón y quitarle la polilla; quería ocaso, sonrisa, adiós.

Quería ver el tiempo pasar, cerrar la puerta, hacer ruido, no volverme. Cruzar todos los marcos; arrojar las tripas sucias; acariciar la vida, no rozarla.

Ver el tiempo pasar...

miércoles, 24 de marzo de 2010

El grotesco espectáculo del espectáculo

Asisto con relativa impunidad al famoso vídeo de la Generación Ni-Ni que el Instituto de la Mujer ha denunciado por mostrar "abusos". A mitad de vídeo, con los ojos llenos de espanto, tengo que darle a pausa y preguntarme qué estoy haciendo en Periodismo, y si alguien considera eso información.
Agravios, vejaciones, humillaciones (y podría decir más sinónimos) se reflejan en ese vídeo, en el que los chicos del centro agreden a sus compañeras, llamándolas guarras y putas e imitando escenas sexuales en contra de la voluntad de ellas. Ese programa, que en sí ya me olía a chamusquina, tiene en principio como propósito la rehabilitación de estos chicos. Sólo tuve el placer de verlo una vez, en la que los encargados del centro ponían en jaque a ese mismo grupillo por haber llevado porros al programa. Sin embargo, cuando esta pandilla de salvajes (por no decir cosas peores) ejercen violencia contra sus compañeras, no sale nadie de la dirección a impedirlo; nadie recompone esa escena con algo de sentido común; nadie les reprende y los expulsa del programa. No, la cámara sigue grabando, con absoluta frialdad, como las chicas son víctimas de sus insultos.
¿Qué pretende eso? ¿Una visión realista del asunto, en el que el vídeo ejerza una función redentora sobre los espectadores? Probablemente esa será su hipótesis. Pero a mí me parece puro morbo televisivo llevado a la enésima potencia; un programa que alardea de recuperar "casos perdidos" de chicos jóvenes que entran allí siendo unos crápulas y salen hechos y derechos; un programa que se estableció como el paradigma de las denuncias a esa generación de vagos que ni estudia ni trabaja; un programa de una cadena muy progresista que pretende romper con la hegemonía de las cadenas neutrales...
Y no es más que algo que nos hace saltar las lágrimas a unos pocos; nos hace saltar las lágrimas porque esto es en lo que se ha convertido el mundo: los medios, las personas, el aprendizaje. En un show de Truman constante que se inmiscuye en guerras de audiencia a base de cuantas más cosas desagradables mejor. Y lo peor es que habrá quien seguirá viéndolo, con palomitas en la mano, como si de una escena bélica más se tratara; se reirá o llorará, pero seguirá viéndolo, disfrutando con su falta de pudor, su violencia, su escándalo.
Y es que en el fondo, a pesar de nuestras convenciones sociales, nuestra naturaleza no parece haber cambiado. ¿En qué se diferencia eso del circo romano, lugar de ocio por excelencia, al que se asistía para ver morir a los gladiadores? Quizás en que llega a más gente y en que, por ahora, no muere nadie. Por ahora.
Qué lamentable que, en una sociedad que se rige por la experiencia mediática, los medios sean esto. Qué lamentable que las personas sigan demandando productos como este. Qué lamentable que se informe sobre las muertes por violencia machista con cierta apariencia de denuncia y luego esas mismas empresas se nutran de casos como este. Qué lamentable que tenga que estar escribiendo esto...


Aquí dejo el vídeo que ofrece algunas de las imágenes (no todas, el completo ha sido censurado). Para quien tenga estómago para verlo.

lunes, 8 de marzo de 2010

Feliz día de la mujer trabajadora


A mi entender, en este caso, hay dos tipos de mujeres: las que se sienten identificadas con este día y las que no. Las segundas probablemente aludirán cuestiones como la superficialidad, lo políticamente correcto o lo inútil. Yo, por mi parte, me considero de las primeras, y creo que este es un día que nos hace recordar (tanto a mujeres como a hombres) todo aquello que las mujeres consiguieron a lo largo de los siglos, a base de esfuerzo y sacrificio: la lucha por la igualdad.
Pero no sólo nos recuerda la consecución del sufragio, la educación mixta, el paso del ámbito privado al ámbito público y la condena de sucias tradiciones tan enraizadas como la violencia machista, entre muchas otras cosas. Hoy es un día que nos recuerda que somos mujeres y que debemos trabajar por y para nosotras.
Los retos de la mujer, hoy, no consisten ya en salir de casa, conseguir un empleo y emanciparse. Y probablemente eso piensen aquellos que tachan este día de anacrónico. Los retos de la mujer, hoy, consisten en atravesar ese techo de cristal que arruina la bonita estampa de las mujeres trabajadoras, pero también en decidir quedarse en casa si así se prefiere, o en trabajar toda la vida en un puesto inferior, si se es feliz. Los retos de la mujer, hoy, consisten en compaginar familia y empleo, pero también en centrarse en la familia o en el empleo, si así se escoge. Los retos de la mujer, hoy, consisten en explotar su libertad sexual al máximo: tanto si esto se traduce en acostarse con cuantos hombres se pongan por delante como si supone morir virgen. Los retos de la mujer, hoy, consisten en asumir lo que nuestras antepasadas consiguieron y ponerlo en práctica desde la idea de la libertad. Ya que, ¿por qué luchaban, sino?
Una mujer hoy lucha por escoger su propio camino, por meditar qué prefiere hacer con su vida, teniendo a su alcance muchas más posibilidades de las que se le brindaban hace 50, 100 ó 200 años. Una mujer puede abortar, o no; puede tener una esposa, o no; puede fecundarse en un laboratorio, o no. Pero ante todo, una mujer es libre de escoger. Y si no es así, eso sí debe cambiarse. Y probablemente sea un reto incluso más difícil que el de nuestras compañeras del pasado. Una vez conseguido lo más objetivamente visible, ¿qué es de la mujer? ¿Qué más pretende conseguir?
Pues, en el fondo, lo mismo por lo que en el medievo luchaba Cristina de Pizzano, en el siglo XIX Cady Stanton y, más cercanas a nuestros días, Simone de Beauvoir, Betty Friedan o Kate Millett. La libertad y la igualdad. Dos conceptos que suenan tan abstractos que parecen disolverse en sendas tazas de té en cafés chic, pero que significan algo para aquellos y aquellas que aún creen en las grandes luchas.
Los retos de la mujer, hoy, consisten en ser persona, ante todo. En tener o poder tener lo mismo que un hombre; en elegir o poder elegir lo mismo que un hombre; en abandonar, una vez y para siempre, las barreras de todo lo discriminatorio.
Para luego luchar, ya, por la libertad en abstracto. Y eso, para todos.

viernes, 5 de marzo de 2010

Espacio de incertidumbres

La religión, el destino, los líderes. Diversos modos de concebir el concepto de fe, creencia o, simplemente, relax.
El creer en algo superior que, en el fondo, gobierna nuestra vida, nos permite vivir con mayor tranquilidad, conforme a nuestros límites. Hasta el más fuerte de los hombres es incapaz de concebir su vida por sí solo, sosteniendo todos y cada uno de los pilares que la mantienen. Hasta Sísifo se quebraba y reposaba unos segundos antes de volver a bajar el monte en busca de su piedra.
La vorágine de la vida nos engulle y nos salpica de responsabilidades e injusticias, a veces tales que es imposible no creer en algo para poder seguir viviendo. Las esperanzas, dicen, construyen a los hombres más que lo que propiamente son. Sus sueños, sus ilusiones, constituyen su meta, su proyección interior. Esta meta sería inalcanzable sin la fe.
Precisamente porque tanto la idea de un Dios, como de un líder superior e intocable, como la misma idea de destino se mantienen porque son improbables, en el sentido más literal de la palabra. No puede ser probado si existe o no existe el destino, o si existe o no existe Dios; por ello, a pesar de los escépticos, aquellas personas que creen continúan creyendo, y su fe es tal que, a veces, incluso consigue cosas por sí sola (he ahí el poder de la mente).

Creyentes, ateos, agnósticos. Todos estaremos de acuerdo en que no somos capaces de construír nuestra existencia solos o, al menos, no sin ilusión. Nos aterra pensar en que todo, incluso nuestra aparición en el mundo, es una maldita casualidad; en que nada tiene sentido, en que construímos nuestra vida sin camino y sin meta, y los senderos del azar nos llevan allí donde llegamos, sin importar nuestro esfuerzo o dedicación. Sin duda tenemos miedo; tenemos miedo (en el fondo) de conocer la verdad, una verdad lapidaria que nos deje sin aliento y sin estima.
Por ello, construímos nuestro mundo sobre incertidumbres; lo desconocido nos hace inmunes a los males del futuro. Lo desconocido permite a la niña soñar con países de princesas y dragones, al anciano con unos cuantos años más de reposo. Las incertidumbres nos poseen y arraigan nuestras creencias en el lejano distrito de lo metafísico. Incluso el amor: el amor tangible, el amor personalizado, no es más que una incertidumbre. Como Dios o el destino, el amor nos eleva, nos permite soñar y esperanzarnos, pero ¿cuánto durará ese amor? ¿en qué grado se nos ama? ¿somos realmente queridos?

(...)

Porque, por hoy, la única certeza es que estamos vivos. Y podemos soñar con mañana porque, ay, mañana forma parte del ensueño.

domingo, 21 de febrero de 2010


Non se preocupar,
dicía o emigrado;
desta ledicia morbosa
de meixelas esgotadas
aínda non saiu verba
nin semellante a "agarimo".

Mentiras piadosas

Pequeñas y socialmente justificadas, las mentiras piadosas se extienden por el mundo de los honestos justificando la imperfectibilidad humana, sin quicios de arrepentimiento o redención.
El concepto de mentira piadosa, (en principio, mentiras que se contaban para no herir a alguien, por piedad) se ha acrecentado y hoy por hoy se entiende por cualquier pequeña mentirijilla.
Para el mentiroso, algo sin importancia; para el mentido, un daño que no puede reprobar. Porque es una mentira piadosa. Y nadie se queja de una mentira piadosa. (Aunque mentira, al fin y al cabo).
La tremenda capacidad del hombre para mentir, para dar la espalda a la sinceridad y abominar lo puro de su ser se plasma en aquellos que luchan por ser mejores en las pequeñas y casi insignificantes mentiras piadosas. Todos hemos mentido, muchos mienten a gran escala, entonces ¿qué más da una mentirijilla?
Quizás, también, las mentiras piadosas son el cerco de los cobardes, de aquellos que no se atreven a confirmar lo que bajo pequeños anuncios están dando a entender; los que se aterran al pensar en grandes mentiras, por temor a las consecuencias. La mentira piadosa está fuera de la sanción social y lucha en terreno amigo.
Las mentiras piadosas son la forma más fácil de jugar para los miedicas, para aquellos que no se arriesgan a perder nada, pero sí quieren ganar. Son su alter ego, la capa que está bajo todo ese manto de moralidad y ética. Son ludópatas sin grupo de rehabilitación. Y pervierten sus mentiras, cada vez menos piadosas, aunque igualmente pequeñas; y su escudo es el del tabaco: droga, sí, pero legal.

La pregunta a plantear sería exactamente si podría legitimarse un enfado en base a una sucesión de pequeñas mentiras, como si todas, al unirse, formaran una grande, o si, por el contrario, el derecho sólo ampara al mentiroso y, los demás, exageran.
Dada la necesidad del ser humano de probar el lado oscuro (véase Anakin Skywalker), parece que, por ahora, habrá que seguir contentándose con lo segundo, o todos los seres humanos estaríamos condenados. Y el castigo colectivo basado en la autocrítica; no, eso sí que no se contempla.

miércoles, 17 de febrero de 2010

El mundo al revés

PRÓLOGO

Entonces, el apuesto príncipe la besó, y la princesa abrió los ojos después de sus innumerables años de letargo. Todo aquello que había vivido no eran más que pesadillas, y ante ella se extendía un hermoso mundo, el mundo real. Se incorporó levemente y pudo observar como en su primoroso vestido no habían pasado los años.
Entonces, miró al príncipe a los ojos. Él continuaba en la misma postura en la que la había librado de su maldición. Al chocar con su mirada, sus ojos derramaron ternura. Con suavidad, asió su mano y susurró: "He venido de tierras muy lejanas, atravesado pantanos y ríos, desiertos y llanuras, sólo por vos. Y ahora, ¿me haríais el honor de ser mi princesa?".
La princesa asintió con dulzura y una sonrisa se dibujó en sus labios. A lo lejos, en la cima de una montaña increíblemente verde, se erguía un hermoso castillo. El príncipe la cogió entre sus brazos y la subió, junto a él, en un vigoroso corcel que comenzó a cabalgar rumbo a la cima.
Los brazos del príncipe asían su torso. La princesa sonreía.
Los cabellos de la princesa acariciaban su rostro. El príncipe sonreía.
Y fueron felices para siempre.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Insignificancia

Soy insignificante. Esa es mi única certeza.
Insignificancia rezumo por todos mis poros; soy aguardiente mal cerrado, picado por la viruela del destierro.
Qué insignificante soy.
Nada se mueve a mi compás, nadie estruja la maquinaria y se consuela con ver mis ojos en los atardeceres, porque soy insignificante, una más en este rebaño de invisibles.
Insignificante. Ninguna calle tendrá mi nombre y ningún papel alumbrará mis rasgos, porque lo soy: insignificante.
Nadie nos libra de la insignificancia. A veces, sí, pero, oh, no.
Me llaman por mi nombre, y resuena como un eco eterno entre las paredes de mi gruta; me reclaman, sí, pero luego tornarán sus costados y volverán a sus madrigueras, a su devenir constante y a lo que verdaderamente importa y significa.

Hoy, más insignificante que nunca, en una cama pequeña y hundida, rodeada de polvo y madrugares. Quién abrirá la ventana para intentar atisbarme, me pregunto; quién elige mi pensamiento como lecho de ilusiones. Quién penetra en mis oídos con palabras que acarician.

Qué significa significar.

Todo es una gran mentira.

martes, 2 de febrero de 2010

Nunca Jamás


Hoy os observo desde mi trono y alzo mi copa por vuestra desgracia.
No cabe la menor duda, estáis condenados.

Los castillos de cartas no son muy resistentes, y la obra termina con el primer aplauso. Pretendéis ser todo lo que muestra la pantalla: color, luz y arbitraje. Y yo sólo veo venas e intestinos machacados.
Las metáforas no sirven sino en los libros, y las sonrisas se caducan; los dientes se van oscureciendo ante la comparsa de demasiados cigarros empapados de clichés. No, Bohemia no era esto.
Apartáis los compromisos como quien elude una encerrona y, sin embargo, sois tan hermosamente tristes como cualquiera. Vomitáis empalago.
Las ropas, cuidadosamente descolocadas, y la música tan caótica que resulta armoniosa. Sois una simpática imagen corporativa.
Permanecéis en vuestro sillón de orejas, algún día viajaréis por el mundo y convertiréis el aire en sueños, sí, algún día... Mientras tanto, olvidar, permitir. Siestas.
Óxido.
Burbujas de papel maché; no tenéis sabor ni cadencia. Nadie os escoge ni os aparta, sois etéreos, tan divinamente presentes que vuestra ausencia ni se percibe.
No conocéis el sacrificio. Sí la traición. (Creo que la llaman diplomacia).
Absolutamente erguidos, sí, sois gigantes de mármol; sólo las grietas dejan de paso a vuestro yermo interior.
Vacío.

Hoy, sólo me inspiráis desprecio. Os habéis encadenado a la nada. A la soledad eterna, al desvío, el errar. Y ya no queda mucho tiempo; Nunca Jamás no dura para siempre.

jueves, 21 de enero de 2010

Días malos


Hay días malos. Días en los que no importa hacer una regresión a los quince años, llorar a lágrima viva, pedir clemencia a un cielo inerte. Porque son días malos, estás en tu derecho.
Se caracterizan por su gris lánguido, brillante, que se pega a las pupilas y se apodera de la córnea hasta volverte casi ciego. A medida que avanzan, se tornan más oscuros. Al final es de noche; sólo hay una pequeña luz, probablemente la de tu lamparilla, y tus lamentos iluminados bajo su foco.

Hay días malos. Días en los que nadie te va a salvar, porque son días malos, hace calor o frío, pero la tristeza permanece impasible.
Se caracterizan porque no recibes ningún abrazo, aunque en tus ingenuos sueños de niña llorona te imagines que así sea. No hay hadas madrinas ni discursos de ánimo a medianoche. Simplemente es un día malo, lo más seguro es que nadie se entere o no les importe.

Pero tú te sientes mal. Es un día malo.
Se caracteriza, ante todo, por su profunda soledad. Por tu reiterativo "estoy sola". Porque las mismas paredes parecen burlarse de tu situación. Porque no hay nada que atienda tus súplicas, en este mundo de películas con final feliz.

Se vomita histeria. Es un día malo.
Y sólo puedes esperar, esperar que no se repita, que sea algo aislado, aleatorio, extrínseco. Que esa espiral de miseria no te pertenezca. Que vuelvas a aprender a sonreír.

Porque ahora mismo no sabes. Es, definitivamente, un muy mal día.

miércoles, 20 de enero de 2010

En rojo

Tengo las memorias tan arrugadas que no recuerdan el día de su partida.
Frases sin sentido, eso es lo que quiero decir, lanzo ataques y caricias aleatoriamente, sin fijarme siquiera en la mancha que dejan o podrían dejar.
Me duele la cabeza, los tornillos que no me permiten aflojar el ritmo ni las carcajadas.
Qué cansancio...
Ante todo, un gran semáforo en rojo. Quizás, después, verde.

(Demasiado estudio. Noches insomnes, ausencia, muchos papeles. Paredes que parecen hacerse más pequeñas a cada paso. Digo cosas absurdas; comprensible. Pronto volverán a su coherente verborrea).

martes, 12 de enero de 2010

12.01.10


As equipaxes
esquécense
no seu solpor afroitado,
cheo de escoitas baldías
e chuvia.

Non cambiaron
as fronteiras,
os niños das peregrinas
continúan
a berrar
os seus vaivéns.

E na quedade
da lúa
cando remata o
camiño
por se verter,
torna as costas
ao barullo,
claudica.

Só un rapaz, alí
no cumio
onde ninguén
auguria a inquedanza;
nesa presenza mesta
e partida.

Só un rapaz, alí
acorda: os garabatos,
a senda.
As equipaxes a se reunir
nos soportais.

É hora de comezar o camiño.
Aquí, xa non chove.

domingo, 10 de enero de 2010

Vuelta

Vuelta a todo.
A los madrugones (in)cansables, las cuestas (de un lado y del otro), los edificios de cemento.
Vuelta al calor en la habitación y el frío en el pasillo, a la sal en las carreteras, a las narices rojas.
Vuelta a los desayunos sola, con un croissant mixto demasiado caro aunque sabroso, El País (cuando te dejan) y arropada por varias (demasiadas) miradas indeseables.
Vuelta a las decepciones, las llamadas sorprendentes, las pelusas espontáneas, las visitas renovadoras.
A los sueños y las catástrofes.
Vuelta a los cines en versión original (películas buenas y malas), los cafés de Starbucks, las distancias tan distantes. Las esperas en Atocha, Chamartín, Barajas.
Los besos.
Vuelta a las cañas, las carreras porque cierra el metro, las extenuantes esperas al N21.
Las posibilidades.
Vuelta a los escándalos en plena noche, las paredes de papel, una cama a ras de suelo. Los paseos con el Ipod en días de reflexión.
Mi butaca del Ikea. El hastío del comedor. Los vales descuento del Vips. Oes y aes cuando nieva.
Vuelta a las infinitas calles, los resbalones y sus inseparables vergüenzas, los descubrimientos, las brújulas.
Las rebajas, los verbos desconocidos, la búsqueda de identidad.
Vuelta a los abrazos en plena noche (a veces). El calor.

Vuelta a la ciudad que me ve crecer y desfallecer a cada paso. A su inhóspito recibimiento sibarita.
Esperando, esta vez sí, la reconciliación.