sábado, 15 de noviembre de 2008

De gozos y recuerdos


Mi padre solía decirme de niña que no debería comer mucho chocolate, porque entonces dejaría de gustarme tanto como me gusta: se convertiría en algo rutinario, normal. Si lo comiese sólo de vez en cuando, ese momento me resultaría mucho más especial. Pues lo mismo me ha ocurrido hoy. He tenido una de esas sensaciones placenteras que, precisamente lo son tanto, porque rara vez ocurren; quizás también porque evocan recuerdos y placeres pasados, no lo sé.

Hoy me he ido de paseo por Madrid. Sí, Madrid. Y es que tanta vida colegio-facultad facultad-colegio me hace perder ciertas nociones, hasta el punto de que me olvido de que vivo en Madrid. Y, sí, aquí vivo, capital de España, y sólamente me doy verdadera cuenta de ello cuando salgo y la recorro, con mi cara de gallega recién llegada (y, sobre todo, con mi ilusión de gallega recién llegada), observo sus edificios, sus calles, sus borrachos, sus guiris hablando en guiri. Las farolas que iluminan los tres arbolitos de alrededor de una fuente. Y me siento feliz. Simplemente...

He de decir que no fui sola; me acompañó mi amiga Machú. Y, aunque al principio conversamos animadamente, pronto la conversación dejó paso a un sutil silencio que, lejos de resultar incómodo, ambientaba una atmósfera que no distaba demasiado de la perfección. El resol dejó paso a la noche, y nosotras seguíamos caminando: Moncloa, Argüelles, Bilbao. Malasaña, Chueca, Plaza de Colón. Cibeles, El Prado, Atocha. Huertas, Lavapiés, Sol. Opera (con palacio Real incluído), Plaza de España. Y de nuevo a casa. A... "casa". Ambas, calladas, mirábamos a nuestro alrededor; de vez en cuando nos sonreíamos o nos hacíamos algún gesto. Pero, a pesar de que nuestros ojos estaban viendo lo mismo, de que nuestros pies recorrían las mismas aceras, nuestras mentes se encontraban en puntos divergentes. Cada lugar, cada baldosa era distinta para cada una de nosotras: cada una tenía unos recuerdos en unos sitios concretos con una gente distinta. No sé cuáles serían los suyos; yo recordé todo tipo de situaciones: buenas, malas, regulares. Pero, sobre todo, recordé que estoy viva, que soy una persona con historia y que aún me queda historia por contar. Y ha estado bien recordarlo, pues en ciertas etapas me encierro en mi cascarón y me niego a ver que, para bien o para mal, estoy aquí y participo de mi propia vida. Esta última afirmación parece idiota, pero en ocasiones no puedo más que pensar que mi vida la configuran los demás y yo soy una mera espectadora, un títere a verlas venir. Quizás no-pensé-quizás no.

El paseo se fraguó en torno al azar y la falta de orientación y puede que eso lo hiciese más bello. Una parada a tiempo para las necesidades primarias y un cafecito del Starbucks para llevar fueron los complementos. Para finalizar el recorrido, unas castañas en Ópera. Y silencio. Y bullicio a nuestro alrededor. Éramos como dos entes fantasmagóricos que recorrían la ciudad, no sin ciertos tintes de melancolía, pero, a su vez, rezumando alegría por estar allí en aquel momento. De recordar... y rehacer.

Este post se aleja un tanto del cariz que el blog ha tenido desde un principio... pero me apetecía escribirlo. Sólo por dejar constancia de ello. Para que mañana, o quizás pasado mañana, cuando me vuelvan a asaltar las dudas, pueda leerlo y pensar "sí, yo configuro mi propia vida...". Y, por qué no, también mi propio blog.

4 comentarios:

javixu dijo...

Pues me ha encantado tu forma de "desnudarte". Sigue haciendolo, se te da bien compartir tus historias y tus momentos.

Un besote

Mariano dijo...

Este es el texto que has escrito en el blog que mas me ha gustado. Y tienes toda la razon, hay veces que nos olvidamos de donde estamos y que somos nosotros (o debemos ser) los actores de nuestra vida.
Asi que ya sabes, lucha por tus objetivos.
Besos

G. dijo...

Qué especial es esta entrada para mí, porque es precisamente la sensación que da sentido a mi existir, es la sustancia que llena el vacío entre mi cuerpo y el Mundo. No sé si me explico pero... es que yo no sería yo sin esos momentos de conciencia máxima, de silencio, de aprendizaje. Esos momentos en los que, como Amelie, soy feliz con las pequeñas cosas.


Tu actualización es genial, PERO, jiji peeero, que ya sé que voy a pecar de jipiclasista, pero se me atraganta siempre el puto capitalismo y las putas franquicias que COÑO, hasta en algo tan bello... tiene que colarse. Un café del Starbucks, precisamente! Con sus vasos de plasticartón... Sé que no es tu culpa y que hay quien no comparte conmigo la adversión por estos lugares, pero no puedo evitarlo... no los trago.

Ya, ni para usar su servicio.

Bechis a montones guapa

Caperucito Lorca dijo...

Qué sería de la vida sin los pequeños placeres...

Pues a mí el repor otoñal me gustó. Será porque soy un tristón, aunque no lo parezca, o porque el otoño es mi estación favoritísima.

:)