sábado, 22 de noviembre de 2008

Siguiendo con la tónica

Podría escribir hoy sobre la posible pérdida de la hegemonía mundial por parte de EEUU en unos 20 años; podría escribir sobre el inicio de la campaña electoral na miña terra querida; podría...
pero no quiero. Porque hoy es otro sábado, otro sábado más que me quedo aquí, en mi cárcel de cemento, sola como hacía tiempo que no lo estaba y desganada como no recuerdo desde que superé aquella pneumonía. No me apetece salir y tampoco tengo muchas posibilidades. Hoy es una (otra) de esas noches en las que nadie me echará de menos, nadie extrañará mi presencia ni tan sólo un instante, una de esas noches en las que podría perderme en el lugar más recóndito del mundo con la certeza absoluta de que ninguna voz clamaría mi nombre. Y, sin embargo, aquí me quedo.

Hay tantas cosas que me gustaría hacer... pero no sola. O quizás sí... pero no ahora. O puede que la tentativa pijama-infusión-capítulo sea más fuerte que cualquiera de mis pensamientos acerca de qué hacer en la noche madrileña. No lo sé. Lo que sí sé es que, últimamente, la vida me huele distinta. Desafortunadamente, el aroma no me es extraño: huele a suspiros melancólicos junto a libros de tapa blanda, a neuronas alimentadas con la inquietud incesante de la mediocridad, a días soñando a ciegas y a noches sin poder dormir. Y todo eso que, condensado, puede incluso llegar a sonar mágico, bohemio, se traduce en una vida aburrida y monótona, de un color grisáceo sin ningún matiz a destacar y con cierto tacto rugoso. Ya había sentido esto antes. Simplemente... pensé que tardaría en volver.

Y es que la vida se me escapa de las manos como las gotas de lluvia (ésas que poco se dejan ver por esta ciudad). Y me paso el día diciendo que no hago nada porque no tengo tiempo, porque estoy muy ocupada, porque esto, porque lo otro. Y no es así. Sé muy bien que no es así. Me paso el día esperando, esperando que algo o alguien llegue y vuelva a motivarme, y me haga saltar de la cama y quitarme el pijama que siempre llevo puesto y me recuerde que tengo 20 años y unas posibilidades que quizás no vuelva a tener nunca. Y que me anime a luchar por lo que quiero. Para conseguirlo. Pero, mientras observo la puerta con expresión distraída, aguardando esa llegada imaginaria, el tiempo pasa, y una fiesta del Chami da paso a otra, y se encienden y apagan los radiadores y el pelo me crece a lo ancho y los mofletes se me van hinchando y las pelusas de debajo de la cama alcanzan grados de civilización que ni yo misma habría imaginado.

Y la princesa sigue cautiva en la torre, sin más dragón custodiándola que ella misma, cansada de contar las lunas que, creciendo y decreciendo, le recuerdan que nadie vendrá a rescatarla. Que otro sábado se pasa... y ya es 22 de noviembre.

4 comentarios:

V dijo...

a vida non escapa a ningures, o tempo nunca pasa axiña abondo e as penas xamáis se pasaron a soas. ás veces abonda con fuxir un chisco de un mesmo para desintoxicarse deses círculos viciosos.
menos torres afastadas e máis aire libre, muller!

Mariano dijo...

Jope Arancha asi ya sabes que no se va ningun lado. Tienes que ser tu la que coja las riendas de tu vida y llegar a ser lo que tu quieras ser.
Hay que ver el lado positivo de todo, estas fuera de casa, estudiando lo que quieres, en Madrid, en el Chami, con montones de cosas interesantes y de gente; hay que sentirse afortunado por eso!! Y gente que se acuerde de ti tambien tienes.
Besos

Leo Zelada dijo...

Saludos de esta dragón poeta que reside en Madrid. Me gusto este post.

Un beso.

Óscar Valero dijo...

La verdad es que, mientras piensas que se pasa la vida, la estás viviendo, porque de gotas de lluvia también se bebe.

Un abrazo de tregua.