miércoles, 2 de julio de 2008

Dejar huella

Cuando viajé a Egipto, lo hice sumida en una gran crisis existencial que se subsanó, en parte, tras el viaje. Eso fue porque realmente aprehendí las metas de los antiguos egipcios, que no eran tanto “la vida después de la muerte” como “la huella después de la muerte”. Me explico, los egipcios tenían un miedo atroz a morir y no dejar nada detrás que hiciera que los recordaran, tenían pavor al olvido, a verse relegados a una civilización muerta a orillas del Nilo como cualquier otra, y de ahí las pirámides y otros edificios de carácter monumental como los templos de Abu Simbel.

Absorta yo en la imagen de las tres pirámides del desierto de Gizah que se extendían ante mis impresionados ojos y, posteriormente, en el tacto de la Gran Pirámide Keops, no pude evitar echarle el ojo a pequeñas inscripciones tales como “Pepita te quiero”, o “Martita y Laurita, amigas para siempre” u otras tantas de diversa índole que no pude descifrar por encontrarse en otros idiomas; ahora bien, ninguna era antiguo egipcio. Y lo mismo, seis meses después, en el Mausoleo de Éfeso, en Turquía.

Ahora han pillado a un profesor de Educación Física japonés y a siete de sus alumnos pintando en la cúpula de la catedral de Florencia, a lo que los italianos han reaccionado pidiendo que los susodichos vuelvan y lo limpien, lo cual me parece estupendo. ¿Que nunca se había sancionado a nadie por eso? Pues no, pero alguien tenía que ser el primero. También a mí me tocó hacer la selectividad con la nueva normativa del galego, aun cuando llevaba “en práctica” dos años, y no me quejé. Además, parece ser que tanto el profesor como los alumnos van a ser sancionados por la universidad de Kyoto. Lo que quiero decir con esto no es que yo esté en contra de los grafittis o las pintadas urbanas, me parecen muy bien siempre que sean en determinados lugares.

Y es que, lo que está claro, es que lo que perseguían estos japos, al igual que el novio de Pepita en las pirámides, era dejar huella, nada más ni nada menos que lo que hicieron los egipcios, los grecorromanos en Éfeso o Brunelleschi en la cúpula de la catedral de Florencia. Y no pongo en duda que realmente el sr. X no quisiera a Pepita, o que Martita y Laurita no creyeran que iban a ser amigas para siempre (puede que sigan siéndolo, o puede que no, quién sabe...). Tampoco rechazo el hecho de que quieran dejar un testimonio por escrito de las magníficas sensaciones de ese momento, pero vamos, para eso están las puertas de los váteres en las cafeterías. O, si no, que se construyan su propia pirámide y escriban lo que quieran, que pasen a la historia. Pero que no profanen otra historia que está en las antípodas de lo que ellos podrían ni imaginarse cuando actuaron de ese modo.

Y dejo algo de mi propia cosecha para reflexión popular: no es lo mismo dejar huella que dejar mancha. Las manchas son inoportunas, se lavan, se intentan quitar, fastidian. Las huellas no se borran, las huellas se siguen y se persiguen, las huellas son indicios que nos indican el camino a seguir. Quizás, toda esa gente debería plantearse si en lugar de dejar huella, estaban dejando mancha. Quizás nosotros, con cada uno de nuestros actos, con cada una de nuestras relaciones deberíamos pensar qué poso estamos dejando... ¿huella, o mancha?

2 comentarios:

lamotta dijo...

Al principio me ha dado que pensar un poco, pero enseguida he reconstruído mi opinión(posiblemente errada).
Me parece muy bien que les hagan limpiarlo, y yo sí estoy en contra de toda clase de grafitis en la vía pública. Por varias razones, que ahora no importan.
En segundo lugar, no sé cuántas veces ocurre, pero al menos cuando estuve en Alemania los sitios importantes en los que estuve tenían siempre su "libro de visitas" para que la gente dejase su huella(o su mancha).

Y por último, y quizá lo más importante: no todos se merecen dejar huella.

G. dijo...

Y tampoco es tan sencillo. Porque tu sola existencia no puede ser una huella o una mancha... Quizá más bien los actos, puntuales.

Yo para algunos seré mancha, para otros huella. Para muchos ambas cosas, y para otros tantos, nada de nada.

jejeje, claro, no es lo mismo una piramide, que un manchón con mala letra. Pero eh, que tampoco es lo mismo un manchón con mala letra, que un graffitti precioso en el metro, o una pintada con contenido social en la fachada de un organismo público. Demasiados matices como para intentar agruparlo todos. Gñé, que también están los gustos y la (in)cultura.


Bechotes :P