lunes, 8 de diciembre de 2008

Hoy por ustedes, señores

Leía ayer en El País que por fin el gobierno suizo se ha decidido a rehabilitar una ley por la que se consideraba criminales a aquellos que habían luchado en las Brigadas Internacionales en España; a decir verdad, todos fueron acusados de colaborar con el comunismo, de estar "del lado de Moscú" y la gran mayoría de ellos sufrieron penas de cárcel. Recordemos que Suiza se declaraba neutral en este conflicto (como hace con todos). Por desgracia, proseguía el artículo, de los 800 voluntarios que lucharon en las Brigadas, sólo cinco están vivos hoy en día, y de esos cinco, sólo uno puede contarlo (a los demás les ha podido el fantasma de la vejez en sus más diversas facciones). Verdaderamente lamentable.

Las Brigadas Internacionales eran unidades de voluntarios venidos de diversos países del extranjero para defender la República. Los había de todos los lugares y, dentro del movimiento antifascista, de todas las ideologías: socialistas, comunistas, anarquistas... Hasta ahí creo que llegamos todos. Pero dudo que muchos nos hayamos parado a reflexionar más de medio segundo que los brigadistas eran mujeres y hombres que, sin ningún tipo de vinculación con España, lo dejaban todo atrás para venir a luchar contra esa peste contagiosa que se expandía por Europa: el fascismo. Personas que, sin pensárselo dos veces, emprendían el camino a una tierra peligrosa, a luchar con medios escasos contra ejércitos que contaban con el apoyo de Alemania e Italia. Si bien es cierto que al comienzo de la Guerra Civil la gran mayoría de la opinión pública (nacional e internacional) veía claro que la República las tenía todas consigo para ganar la guerra, pronto la situación se torció, y a medida que el ejército franquista iba conquistando tierras, especialmente, con la conquista de Euskadi, donde se encontraban la mayoría de fábricas productoras de armas, se comenzó a vislumbrar que la República estaba en seria desventaja. No poseía recursos, ni de combate, ni de supervivencia , y tampoco contaba con el apoyo institucional de las llamadas "democracias occidentales", frente a la ayuda incondicional de las potencias fascistas a Franco. E incluso con ese clima de inminente derrota, ahí estuvieron los brigadistas: no sólo no se fueron del país, sino que vinieron más.

La existencia de las Brigadas Internacionales es sabida por todos desde el momento en que las estudiamos en el instituto. Su reconocimiento, sin embargo, es nimio. Cabe destacar que no sólo los que vinieron aquí eran conscientes del peligro que corría su vida, sino también de que (en muchos de los casos) si volvían a sus países de origen serían tachados de traidores y sufrirían represalias, como es el caso de los suizos. Y así fue. Que hasta 70 años después no se haya reconocido su esfuerzo, su afán por combatir aquello que todos deberían haber combatido, su hermanamiento con una tierra que no estaba hermanada entre ella, es vergonzoso. Pero resulta todavía más vergonzoso lo que ocurre en la propia tierra que estas personas vinieron a defender: cuando, en 1938, las Brigadas Internacionales comenzaron a irse de España, Juan Negrín les prometió que, algún día, se les concedería la nacionalidad española. Evidentemente, aquellos que lucharon por preservar lo que democráticamente se había obtenido la merecían bastante más que otros que habían nacido aquí. Esto no se hizo realidad hasta el año 1996, cuando el Congreso aprobó una ley que les concedía la nacionalidad a los brigadistas. Esta ley, sin embargo, tenía una letra pequeña que nadie se encargó de leer en voz alta. Se les concedería la ciudadanía española si renunciaban a su nacionalidad. La gran mayoría de ellos, a pesar del apego que sentían hacia España, no quisieron renunciar a su verdadera nacionalidad, lo cual me parece más que comprensible. La pregunta ahora es, ¿personas que sin ninguna retribución a cambio vinieron a luchar, con grandes posibilidades de morir, a España para salvarla de lo que por desgracia luego sufrió no se merecen que se les homenajee sin condiciones? ¿A qué viene ese epígrafe que les niega una concesión tan pequeña como la nacionalidad al lado de lo que ellos hicieron por nosotros? ¿Realmente se olvida tan pronto?

Habrá que recurrir, pues, a las palabras de nuestros antepasados. Y cito a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, que tanto placer provoca a mi profesor de historia: "Cuando pasen los años y las heridas de la guerra se hayan restañado, hablad a vuestros hijos de las Brigadas Internacionales. Decidles cómo estos hombres lo abandonaron todo y vinieron aquí y nos dijeron: estamos aqui porque la causa de España es la nuestra. Millares de ellos se quedarán en tierra española. Podeis iros con orgullo pues sois historia, sois leyenda. Sois el ejemplo heroico de la solidaridad y universalidad de la democracia. No os olvidaremos, y cuando el olivo de la paz eche de nuevo sus hojas, !volved!"

Hoy, por ustedes, señores. Gracias.

1 comentario:

javixu dijo...

Me ha gustado mucho tu texto Arancha.
Sirvan como homenaje tus letras.
¡Volved!