creyéndome irreal
vomito el desayuno.
Nadie recoge el hedor de mis náuseas;
poco a poco
hasta las infancias olvidan
qué es dormir entre algodones.
Algo musitan los astros
o tal vez fue la brisa
haciendo las maletas:
ahora sólo estamos
el calor
y una sábana que me oprime
y yo
tan sola en esta manta férrea.
A quién se le ocurre
desconfiar del camino...
(Siempre supe que lo haría así de mal, o incluso peor)
Lametones de asfixia
en las articulaciones.
Qué sola estoy las noches sola.
No hay ni glamour ni
vinagre
ni nada que contribuya
a atragantar el pestillo.
Sólo yo
sobre esta manta,
la sábana, el calor,
una caja de valium
medio cerrada,
mucha vida,
las casiopeas.

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