En este Día Europeo de
Pues bien, en esta extensa película que es nuestra existencia, la banda sonora también juega un papel protagonista. ¿Cuántas escenas recordamos ligadas a una canción? Incontables. Y lo más curioso, es que no serían las mismas si no fuesen acompañadas por esa música, aunque los acontecimientos se desarrollasen de igual modo. ¿Cuántas veces escuchamos una canción que nos evoca uno solo de nuestros recuerdos, un recuerdo concreto, por muchos años que hayan pasado desde entonces? Innumerables veces. Y ni siquiera tiene porque ser esa melodía fruto de nuestra devoción, pero sin embargo, es la canción de ese lugar, de ese momento. Es la canción de esa escena, y probablemente la más idónea, ya que nosotros mismos, actores, directores y guionistas de la película, la hemos escogido.
Así es. Nos guste o no, somos pasto de un engranaje de recuerdos que se tejen en torno a detalles ínfimos, sin los que (a pesar de todo) dejarían de existir.
Todas mujeres que, acompañadas por ritmos melodiosos, muestran un repertorio de desgarros de voz, desgarros de voz que no son más que desgarros de corazón. Mujeres que cantan con el alma. Mujeres que crean dentro del universo de quietud de sus melodías, un planeta paralelo de agonías y ansias de respuestas.
Y mientras escribo esto, comienzan a sonar por los altavoces los primeros acordes de You never Called me Tonight, de la increíblemente talentosa Beth Rowley, a la que fervientemente os recomiendo.
You said you’d call me tonight,
you said you’d call me tonight,
so I stand home waiting by the phone,
but you never called me tonight...
(Qué idóneo... Esta canción, este momento).
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