lunes, 21 de julio de 2008

Autoescuelas o el poder del cada uno a su bola

Últimamente no paro de fijarme en la dicotomía del ser humano en todas sus vertientes. Desde luego, habría mucho que debatir sobre el tema, pero hay algo en concreto que me ha llamado mucho la atención con respecto a las relaciones de la gente en sociedad.
Hay lugares a los que las personas van a hacer amigos, aunque ese no sea (supuestamente) su objetivo principal. Se nota, se palpa en el ambiente. A otros, sin embargo, van porque tienen que ir. Hasta ahí todo bien: yo misma lo hago a menudo. Por poner dos ejemplos: en clase (al menos hasta que llegué al Chami, donde vi que hay mucha gente que pasa de hacer amigos en clase cuando los tiene en el colegio mayor, pero bueno, hablo por la generalidad de la especie humana) o en el trabajo. O, mejor, cuando la gente sale de noche y va a un pub a tomarse algo: suele esforzarse por parecer simpática o, como mínimo, que se lo está pasando bien con los colegas. En las discotecas, las chicas menean sus curvas (si es que las tienen) y lucen sus mejores galas; los chicos les dedican sonrisas resplandecientes y miradas provocativas, y de vez en cuando cae algún bailecito. Es un lugar al que la gente (en general) va a hacer relaciones. Normalmente sexuales, todo sea dicho, pero relaciones al fin y al cabo. ¿Acaso no habéis notado el extraño fenómeno que sólo se produce por las noches en el que personas que conoces de vista y que normalmente no te saludarían por la calle te saludan cordialmente dedicándote incluso alguna que otra charla amena? Sí, queridos, es el momento de relacionarse.
Hay otros lugares en los que, a pesar de que nos encontramos con otras personas, no tenemos intención de establecer ninguna relación. Véase el transporte público o, mejor, las salas de espera de los ortodoncistas. Vas allí por tus puñeteros brackets y punto. No vas a ponerte a charlar con el que está al lado, y eso que, en realidad, tiene más en común que tú que el tío con el que echaste un baile la noche anterior; al menos él también sabe lo que se sufre con un aparato. Pero no es el momento, ni es el lugar.
Pues bien, en la autoescuela pasa lo mismo (al menos, en la mía). La gente va a lo que va, a sacarse el carnet, y da igual que te pases 3 horas allí, con ellos, en esa sala rebosante de calor humano y atmosférico, porque no te van a saludar. No se dignan ni a mirarte. Son como autómatas que, accionados por una batería, se dirigen a un lugar concreto para un único fin. Por decirlo de otra manera, que van a su bola. Y me parece estupendo, sí, yo tampoco voy a la autoescuela a hacer amigos: esos ya los hago en clase, en el colegio mayor, etc. Pero, ¿acaso cuesta tanto decir "hola" cuando se entra? ¿Cuesta mucho decir adiós al marcharse? ¿Supone tal terrible esfuerzo un "ciao" cuando te cruzas con una persona por la calle con la que te pasas varias horas al día, aunque sea en contra de tu voluntad? Nada de eso supone un compromiso; el saludar no significa que tengas que irte con ella de cañas o invitarla a cenar. Es mera educación. Pero, desgraciadamente, en este mundo en el que vivimos, poblado por entes progresivamente alienados, rige el poder del cada uno a su bola. Es curioso, porque a la hora de criticar, de repente todo el mundo conoce a todo el mundo. Pero, a veces me da por pensar que me pueden asesinar en el medio de la calle y la gente sólo se dará la vuelta para echar un vistazo a la escena (y de paso, a mi modelito, para juzgarlo con miradas reprobatorias, o satisfactorias si tengo suerte). Luego se volverán a poner el auricular del Ipod y seguirán adelante. Aunque sean mis compañeros de la autoescuela. Probablemente, aunque sea ese chico con el que bailé la otra noche.

2 comentarios:

javixu dijo...

He llegado aquí y me sorprendo gratamente.
Comencé por el final de tu blog, por costumbre, o quién sabe porqué. Pero es que entrada sobre la lengua española me parece una entrada perfecta, y de una opinión que comparto totalmente. Opinión por cierto muy rara por estas latitudes...

Voy a seguir investigando por aquí, pero creo que he llegado para quedarme.

Por cierto, yo en la autoescuela saludaba a la gente, será cuestión de educación ;)

Besitos!

lamotta dijo...

El hermano de Iñaki Gabilondo, cuyo nombre no recuerdo pero es rector de la UAM, decía que, aunque estamos en un momento de gran individualismo, al gente está más sola que nunca y eso se ve en todas las webs de contactos que hay, el msn, foros, etc.
y no le falta razón.
No saludar a un conocido por la calle es, sin duda, una falta de decoro(tampoco llamaré educación a eso) bastante generalizada. Hay veces en las que yo mismo me siento extraño ante una situación por no saber cómo actuar(a la vecina la veo en el portal, pero si la veo por la calle...no sé, ¿hago como que no la he visto?).
En cualquier caso, bien es cierto que un saludo no hace daño a nadie, no hay nada que perder, y quién sabe si se ganará algo.

De todas formas, no me parece adecuada la relación que haces con el salir por las noches, porque hay influyen otros factores. En el ortodoncista también se relaciona la gente, de hecho, sólo que normalmente son las madres. Depende simplemente de la persona que esté allí. Yo al gimnasio voy a mi puta bola y no me gusta saludar porque la mayoría son gilipollas, y muchos de hecho van sólo para hablar(y fanfarronear). Sobre la noche, que me iba del tema, influye DECISIVAMENTE el alcohol. De hecho, yo me relaciono con muchos conocidos a las noches, pero no es con intención de follármelos ;).
Bueno, ya dejo de divagar. Lo que quiero decir es que sí, a la gente le hace falta una buena hostia(ya que para educarlos es demasiado tarde).