domingo, 21 de diciembre de 2008

Y se pasó diciembre, de nuevo

Cansancio, cansancio, cansancio. Fue lo único que mi mente se repitió una y otra vez, como un disco rallado, al bajar del tren en la estación de Ourense tras 6 horas de viaje. Me dolían los hombros y la cabeza. El chico sentado a mi lado olía mal, y la señora de enfrente me pisaba continuamente. Hacía un calor insoportable.
6 horas dan para mucho pensar, o mucho escuchar música (todo depende). Vuelvo a casa sin saber muy bien por qué; sin conciencia alguna de que ya es Navidad (o Hanuka, todo depende...) y, tras una semana que no podríamos calificar más que con el adjetivo intensa, con un sentimiento de expectación que ya debería haberme pasado. Supongo que, en toda mi inocencia, me esperaba algo más, algo espectacular como salida de año, un adiós a lo grande, fuegos artificiales y confetis volando por todas partes. No fue así, y por lo tanto algo dentro de mí sigue esperando... no sé muy bien a qué. Ese algo morirá con la última campanada dentro de 10 días.
Mi padre había venido a esperarme en el coche, y miraba a mi alrededor. Ourense, más consciente de la situación actual que esa otra ciudad donde estoy emigrada, apenas tiene luces de Navidad. Es un poco como yo... Mientras nos dirigíamos a casa pensaba en la llantina que el año pasado me asaltó cuando me tuve que ir a casa en Navidad, las pocas ganas que tenía, lo magnífico que era todo. ¿Irreal? Desde luego ¿Ideal? Posiblemente.

Y, sin embargo, necesito un fin de 2008. Todos necesitamos un fin de 2008. O, mejor dicho, un inicio de 2009. Porque el ser humano es así, porque necesitamos acotar nuestro tiempo, ponerle barreras... para renacer cada día, cada semana, cada mes y, claro, cada año. Para empezar de cero. Dejar lo malo atrás, atado con las cadenas del olvido, y continuar adelante, con el bastón de los recuerdos afortunados. Qué lástima que no sea tan sencillo. Hay quien emprende ese cometido con ánimo, con decisión, y aun así fracasa. Lo malo se desencadena con la facilidad con que se quita el papel a un regalo en Nochebuena, y se abalanza sobre nosotros como un titán furioso. Lo bueno parece difuminarse con el horizonte, hasta que se pierde de vista, llevándose su bastón y dejándonos cojos. A veces...
Lo que vamos a hacer el 31 podríamos hacerlo cada día. Cada día de nuestra vida. La naturaleza nos regala una diferenciación entre día y noche: luz y oscuridad. Podríamos aprovecharla. Pero, qué más da. Llega el 2009, eso es lo que importa. El año de los 20 años. No me resultará extraño el preguntarme qué estoy haciendo con mi vida, a dónde pretendo llegar, qué es esto que soy, si es que soy algo. Lo hago frecuentemente, aun a pesar de los resultados poco satisfactorios. Sólo espero, entonces, no hacerlo con esos látigos con los que me fustigo día a día, sino aproximarme a mí misma con comprensión, con amabilidad, con sosiego. Y, quién sabe, quizás me sorprenda. Quizás OS sorprenda. Quizás vosotros también deberíais empezar a probarlo.

No sé qué es este post, ni por qué lo estoy haciendo. Puede que porque soy consciente de que mi pequeña jauría de lectores se merece que actualice el blog; puede que porque sé que mi pequeña jauría de lectores se reducirá aún más si no lo actualizo; puede que, simplemente, porque necesito reflexionar. Y porque, de todas las empresas que acometí en el 2008, sólo esta perdura. Un pequeño espacio en internet. Pero mi espacio, a fin de cuentas. (Y lo único, de todo eso que quiero, que consigo mantener...)

1 comentario:

Óscar Valero dijo...

saludos del perro parisino