lunes, 27 de abril de 2009

Wake up, dead man


Al final siempre renuncias.
Porque lo veo en tus ojos de águila mal acostumbrada.
Despejas el aliento
y sucumbes a la arrogancia
del sosiego infantil.
Qué más dan las intenciones,
sean buenas o malas;
las pruebas en los espejos
¡qué más dan!
si el vidrio siempre miente,
igual que tus premoniciones
de místico en prácticas.
Al final siempre renuncias.
Porque el viento sopla fuerte
o porque la glucosa tienta.
Que más da: renuncias.
No se regalan harenes
todos los días.
Y renuncias,
te sientas en tu trono de espíritu aburguesado
y observas el mareo del transeúnte,
de tu propia fiebre
empapada en clausura.
¡Qué fácil resulta
sólamente
dejarse hacer,
cerrar los ojos
y levitar los andares!
¡Qué fácil, que sencilla
resultó la renuncia;
y qué dolor, mis córneas,
postradas ante tu derrota!
Qué fácil, qué sencillo:
tú, renunciando,
haciendo renunciar, también,
a mis manos...







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