martes, 24 de febrero de 2009

Everybody's gotta learn sometime

Las nubes se abatían sobre ella como preludios de un infierno inagotable. Las gotas de lluvia que, sucesivamente, alcanzaban su cuerpo entumecido se le antojaban alfileres que alguien clavaba sin más objetivo que el de dañarla. (Por otra parte, esa idea sonaba plausible). Llevaba muchas lunas caminando; demasiadas. Sus pies descalzos le recordaban a cada paso que sus fuerzas no aguantarían mucho más mientras la árida tierra que pisaban se esforzaba por impedirle proseguir. Porque, sí, a pesar de la lluvia, la tierra estaba seca, inerte, yerma. Sentía mucha sed, no sabía cuántas jornadas llevaba sin probar un trago de agua, y prefería no saberlo. A duras penas intentó absorber algo de lluvia, sacando patéticamente la lengua fuera de su boca a modo de imán, mas lo único que consiguió fue que esos molestos pinchazos acribillasen también a su laringe. Aquello no era lluvia: eran latigazos. Apoyada sobre la rodilla izquierda, miró a su alrededor. Sentía como, en su pecho, los últimos pedazos de aliento se esforzaban por sobrevivir a lo inevitable. No había nada. Nada. Nada a lo que aferrarse, nada a lo que dirigirse y nada que recordar. Nada en absoluto.
Sus ojos fueron los últimos en apagarse. Primero uno: lentamente el párpado se deslizó hacia abajo arrastrando consigo una marea de esperanza. A continuación el otro: poco a poco iba cerrándose, cuando... ¿qué era aquello? ¿y por qué no se había percatado antes? Allá, a lo lejos, creyó vislumbrar un reflejo. Automáticamente su cuerpo, desplomado sobre el suelo, encontró un leve vigor que la impulsó a otear el horizonte. Sí, aquello era un lago. Parecía extenderse unas cuantas millas al oeste de allí junto a una zona de vegetación donde pastaban, tranquilos, lo que le pareció una manada de cervatillos. ¿Cómo era posible que no lo hubiera visto? Juraría que aquello no estaba allí hacía unos segundos.
Ya incorporada, y luchando al límite de su resistencia, comenzó a caminar. Primero, con pasos cortos, lentos. Después, más seguros y equilibrados. Reanudó el camino a buena marcha. El lago, que parecía lejano, se presentaba cada vez más próximo y los arbolillos crecían frondosos en la llanura. Lo que le pareció un ave distrajo un segundo su atención y tropezó con una piedra. La caída le pareció estúpida e incluso se pudo intuír una sonrisa. ¡Todo era tan perfecto! Cuando estaba a punto de rendirse, aquel montón de agua había aparecido de la nada dándole fuerzas para continuar, impidiéndole rendirse, demostrándole que, en la vida, no todo tenía que salir mal. Porque aquel montón de agua era mucho más que un montón de agua. Aquel montón de agua sería su remolque. Y aquel remolque, un salvavidas.
Aún con la sonrisa en la boca, y sin levantarse del suelo, dirigió su vista al lago, dispuesta a proseguir su camino.
Y, con expresión cansada, una maraña de polvo le devolvió la mirada.
El segundo párpado procedió a su cierre.

Sólo era un espejismo.


[Porque cuando piensas que algo puede empezar a salir bien en tu vida
ella se encarga de abrirte los ojos]

2 comentarios:

V dijo...

gústame o que dis, recoñezo lugares comúns e, sobor de todo, desfruto de como o narras.
sígote lendo aínda que non deixe rastros.

javixu dijo...

Ha sido un texto precios. Me ha maravillado, quizás hasta en exceso.
Gracias...

1 besote!